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Las explosiones de San Juanico dejaron al Edomex sin féretros

 

Los informes llegaron a Los Pinos a las 8 de la mañana. Hojas y hojas revelan lo atónitos que estaban los agentes de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), la policía que andaba infiltrada por el país, con los cuerpos que quedaron apilados después de la desgracia. Eran mujeres, niños y hasta animalitos que habían quedado irreconocibles. Se habían ido a dormir unas horas antes de que ocurriera un estruendo apocalíptico.

“Hasta el momento, continúan recogiendo cadáveres calcinados de personas, ocasionado por la explosión ocurrida en la Refinería de Pemex […]. Por instrucciones del Gobernador del Estado, los cadáveres calcinados están siendo trasladados a locales de los Centros Cívicos”, se lee en los documentos que llegaron a Los Pinos, escritos con máquina eléctrica.

El 19 de noviembre de 1984, a las 5:30 horas, ocurrió lo que sería el peor desastre químico en México: las explosiones de San Juanico, una tragedia que sucedió en la Planta de Almacenamiento y Distribución de Gas LP de Pemex, cuando una sobrepresión en un tanque cilíndrico incendió y explotó todo a su paso.

Esto generaría una serie de explosiones entre las cinco y las once de la mañana, que destruirían parte de San Juan Ixhuatepec, conocido popularmente como ‘San Juanico’, un municipio en el Estado de México, muy cerca de Ecatepec de Morelos, donde antes de la explosión vivían unas 35 mil personas.

Los expedientes de la DGIPS revelan que Pemex intentó culpabilizar a otras empresas particulares a la redonda y eximirse del accidente que provocó que salieran volando esferas contenedoras de gas, “las salchichas”, hasta unos 700 metros del lugar; que el mismo gobernador consiguió los féretros buscando por todas las funerarias del Estado de México, pues no encontraban cajones disponibles por ningún lado.

Como sucede en toda tragedia, no faltaron los héroes: el líder de la Confederación de Trabajadores de México, Fidel Velázquez, le quitó a sus obreros un día de su salario, dicen los expedientes, y juntó 5 millones de pesos para reconstruir San Juanico.

Esta es una colaboración de ARCHIVERO para DOMINGA, que reconstruye este caso gracias a la desclasificación de expedientes olvidados entre cajones y viejas oficinas públicas. Casos como éste revelan que en México la verdad oficial está en obra negra.

San Juanico ardió un día entero

La primera explosión, la de las 5:40, bastó para casi destruir toda la zona de San Juanico: una llama gigante se elevó a unos dos kilómetros de altura y empezaron a volar tanques, contenedores de acero, unos mastodontes aseguraron los testigos, que medían 10 metros de largo. Unos minutos después, vendría la segunda explosión, la que prendió fuego a todas las casas.

Aunque muchos murieron al instante y mientras dormían, los registros de los hospitales revelan que hubo cientos de personas que intentaron salir de San Juanico, pero el calor extremo que generó la explosión terminó matándolos. La escena fue apocalíptica: desde el cielo cayeron tanques con forma de salchichas, aplastando viviendas y personas.

En los expedientes de la DGIPS, los policías cuentan que cerca de las siete de la mañana se movilizó a 100 bomberos del Estado de México; la Cruz Roja de Ecatepec fue la primera en llegar, después el equipo de Tlalnepantla, el Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas e incluso la Policía de Tránsito del Distrito Federal.

Para las ocho de la mañana, la gente evacuó San Juan Ixhuatepec: más de 200 mil sobrevivientes a las explosiones fueron desalojadas de sus casas. Los choferes de ruta prestaron sus camiones para desalojar a los pobladores que apenas alcanzaron a salir con una mochilita con ropa, aunque realmente la gran mayoría huyó con lo que llevaba puesto. ‘Rancho Grande de la Villa’ fue habilitado para llevar personas con crisis nerviosas y lesiones leves. Los más graves con quemaduras de tercer grado y mutilaciones eran trasladados a hospitales y clínicas de todo el Estado.

Para esa hora el presidente municipal de Tlalnepantla, Alfonso Olvera, pidió ayuda a través del noticiero matutino Hoy Mismo para rescatar a las personas que quedaron sepultadas entre los escombros y las llamas que no cedían. Los policías recuerdan un rescate: el de un hombre atrapado y contra todo pronóstico fue rescatado. El comandante de la policía de Tlalnepantla, Miguel Palomares Tamayo, estimó unos 80 heridos. Que equivocado estaba. Serían cientos.

 

​Mientras tanto, personal de Pemex declaraba que la explosión no había sido su culpa, sino de otra empresa particular de gas, aledaña a su planta. Aquella mañana había esferas contenedoras de gas encendidas que los bomberos de la zona y del entonces Distrito Federal intentaban apagar sin éxito. San Juanico estuvo en llamas ese día entero.

Animalitos deambulaban con quemaduras

Alfredo del Mazo González, entonces gobernador del Estado de México, llegó a la zona de desastre a las 13:35 horas. Realizó un recorrido y ahí le revelaron finalmente la cifra de casas destruidas: eran 600. Durante su visita aseguró que habló con el presidente de la República, Miguel de la Madrid, y convirtió la tragedia en un acto político: inmediatamente el presidente destinaría “400 o 500 millones de pesos” para la reconstrucción de San Juanico.

A las 15:00 horas, un grupo de médicos legistas dio fe de 150 cadáveres y empezaron a enumerarlos según su nivel de calcinamiento, mutilación, de lo que quedaba de ellos. Los policías escribieron que los médicos sabían que era prácticamente imposible que sus familiares los reconocieran y asentaron que probablemente se necesitaría preparar una fosa común. Una hora después, sumaban 240 cuerpos, tres horas después, ya eran 263.

A las 18:00 horas, los militares empezaron a abrir zanjas con trascabos para enterrar a los animalitos muertos en la explosión y a los que se había sacrificado, que deambulaban sufriendo con quemaduras de muerte.

Por la noche San Juanico se convirtió en estado de sitio a cargo del Ejército y empezaron a trazar un plan para fumigar y evitar que los restos de los muertos generarán una epidemia. Las esferas en llamas cedieron: San Juanico quedó en oscuridad y a las dos de la mañana del 20 de noviembre se suspendieron las labores de rescate.

San Juanico después de la tragedia

Al día siguiente el país conocía las cifras aterradoras que empezaron a revelarse. El director de Operaciones Periciales del Estado de México, Manuel Garduño, hizo un primer conteo: se habían recuperado 300 cuerpos calcinados y mutilados; 113 eran niños.

El gobernador Alfredo del Mazo informó que, a través de un acuerdo con la Asociación de Funerarias del Estado de México, había conseguido los féretros para los cadáveres y anticipó que sólo podrían ser identificados el 10% de los cuerpos que estaban resguardados en el Centro Cívico Santa María Tulpetlac de Ecatepec. Finalmente, el Ejército echó cal a las zanjas que cavó, donde enterraron a “perros, gatos, patos, marranos”.

El presidente municipal de Tlalnepantla, Alfonso Olvera Reyes, dio instrucciones a la Dirección de Obras Municipales para que abriera una fosa común de 30 por 40 metros en el panteón municipal Caracoles. A las 16 horas fueron llevados ahí 305 cadáveres calcinados en los féretros que Del Mazo había conseguido.

“Se hace notar que los cuerpos calcinados no son enterrados en el panteón del poblado de San Juan Ixhuatepec por encontrarse saturado”, apuntaron los policías en sus informes.

Los féretros fueron montados en 50 vehículos, carrozas, camionetas particulares, camiones de carga, ambulancias del estado y la Cruz Roja. Elementos de la Policía de Tránsito tuvieron a su cargo la labor de cubrir la fosa común.

En la numeralia del caso, se lee en los expedientes que ese mismo día 52 personas fueron puestas a disposición del Juez Tercero de lo Penal de Tlalnepantla, por haber sido sorprendidos apropiándose de pertenencias de las víctimas de San Juan Ixhuatepec.

Ya había ocurrido una explosión menor

El profesor José de Jesús Molina, Coordinador del Partido Revolucionario Institucional en San Juanico, fue una de las víctimas del desastre. Fue alcanzado por las llamas de la explosión y atendido en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ahí le tomaron su declaración, donde se quebró:

“Manifiesta que han venido exigiendo al Gobierno Federal y a Pemex que estas refinerías y compañías de Gas que explotaron fueran retiradas, no obteniendo ninguna respuesta, por lo que ahora exigirán que se indemnice a todas las personas fallecidas, que se edifiquen sus viviendas debidamente equipadas y que desaparezcan todas las plantas y compañías industrializadoras”, se lee en el expediente.

Hubo un antecedente. Molina dijo que, en febrero, ocurrió una explosión menor, resultando muertos dos vecinos del lugar. Otro vecino que se negó a dar su nombre a la DGIPS dijo que el jueves 15 se había percibido un fuerte olor a gas, en la madrugada. Esto fue reportado a la planta por algunos vecinos de San Juanico; pero no pasó de ahí.

Sin embargo, el 19 de noviembre, a eso de las 3 de la madrugada, se intensificó el olor y, a pesar de la hora, era tan fuerte que se espabilaron y lograron despertar a algunos vecinos. Sin embargo, nadie esperaba el nivel de tragedia que se les vendría. “[Molina] concluyó afirmando que el siniestro fue resultado de fallas de seguridad por parte de Pemex”.

Según el Centro Nacional de Prevención de Desastres, casi cuarenta años después sabemos que el accidente inició debido a la ruptura de una tubería de 20 centímetros de diámetro, que transportaba gas LP. Probablemente diez minutos después se originó un incendio, al encontrar el gas una chispa que provocó una serie de explosiones de vapor que se expanden cuando hierve el líquido. De acuerdo a las cifras oficiales, hubo más de 500 personas fallecidas, 7 mil lesionadas y 60 mil evacuadas.

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