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Los choferes que traicionaron a Gutiérrez Rebollo y destaparon su amistad con el ‘Señor de los Cielos’

 

Es una mañana de febrero de 1997. Un militar, de nombre Juan Galván Lara, está sentado en las instalaciones de la Procuraduría General de la República (PGR). Tal vez para romper el hielo no va directo a sus declaraciones, si no que empieza contando algunos detalles de su vida precaria: que el primer ascenso que consiguió fue como soldado auxiliar de transportes por allá de 1983, o que terminó haciendo mudanzas dentro del Ejército mexicano. Los trabajos más insignificantes en la carrera de un militar.

Pero en marzo de 1990, cuando estaba adscrito a la V Región Militar en Jalisco, su general, un hombre llamado Fernando Pérez, le hizo un ofrecimiento que le pareció irreal: ser chofer del mismísimo general de división que había llegado un par de años atrás a la Región –Jesús Gutiérrez Rebollo–, un militar que tenía fama de implacable. Las primeras misiones, sin embargo, consistían en llevar y traer a su esposa y a las dos amantes que tenía entonces, según sus necesidades. Así fue durante casi cinco años. Hasta diciembre de 1995, cuando presenció una reunión que cambiaría su vida para siempre.

Esa tarde, Galván Lara vio a dos personas ingresar a la oficina de Gutiérrez Rebollo: eran Enrique y Rene González Quirarte, dos “hombres de negocios” que aseguraron tener información de las operaciones del cártel de los hermanos Arellano Félix, entonces una de las organizaciones de tráfico de drogas más peligrosas del país. Según el militar, los hermanos no sólo ofrecían información, sino también hacerse cargo de los costos de los operativos militares en contra de los narcotraficantes. Según la versión del chofer, Gutiérrez Rebollo aceptaría cavando su propia tumba desde ese día.

Y es que poco a poco fue pidiendo más información y más favores a los hermanos González Quirarte, quienes realmente eran principales operadores de Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, el narcotraficante que había logrado enviar 180 toneladas de cocaína mensuales a Estados Unidos.

El general Jesús Gutiérrez Rebollo | AP

Las declaraciones de Juan Galván Lara y de otro chofer, Humberto Cappelletti, en 1997 dejaron helados a la cúpula política, militar y al propio presidente Ernesto Zedillo Ponce de León. Exhibieron al general que habría logrado escalar en la política hasta convertirse en el zar antidrogas del país –al frente del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas (INCD)–. No sólo utilizó la información de los hermanos, durante años recibió vehículos, teléfonos, un departamento y una casa que era del mismo Amado Carrillo.

Esta es una colaboración de ARCHIVERO para DOMINGA, que reconstruye el caso gracias a la desclasificación de expedientes olvidados entre cajones y viejas oficinas públicas. Historias como ésta revelan que en México la verdad oficial está en obra negra.

El narcotráfico permeaba las esferas más altas de la política y la milicia

El expediente es larguísimo, miles de fojas. Más que una causa judicial parece un libro de historia, ya que reconstruye en sus páginas cómo a principios de 1990 el narcotráfico permeó las esferas más altas de la política y la milicia en México. Eran los años noventa, marcados por la muerte de Colosio, el error de diciembre de 1994, la devaluación del peso mexicano, la consolidación del narcotráfico y el ascenso de Amado Carrillo Fuentes y de un general llamado Jesús Gutiérrez Rebollo, un hombre calvo, moreno, de gesto adusto.

Nació en 1934, en Jonacatepec en Morelos. Desde muy joven ingresó a las filas del Ejército y estuvo a cargo de las zonas militares de San Luis Potosí, de Culiacán, Sinaloa, y Jalisco, la última región antes de ser ascendido por el presidente de México, al más alto cargo al que puede aspirar un militar. El 9 de diciembre de 1996, designó a Gutiérrez Rebollo como director del INCD, entonces la dependencia encargada de las operaciones contra los narcotraficantes, creado en 1993.

El narcotraficante Amado Carrillo Fuentes | Archivo

En el expediente de Gutiérrez Rebollo que aún se encuentra abierto en la hoy Fiscalía General de la República, y que que fue entregado a ARCHIVERO, se puede leer que en enero de 1997 el chofer militar Juan Galván Lara hizo la primera acusación en su contra de manera anónima: agarró el teléfono y esperó a que contestaran en las oficinas de la entonces PGR para dar una pista. Dijo que Gutiérrez Rebollo vivía en un departamento de lujo, nada acorde a su sueldo en el Ejército. Esa fue la primera llamada que alertaba a las autoridades mexicanas sobre las posibles actividades ilícitas del zar antidrogas.

Sin embargo sería hasta los primeros días de febrero cuando finalmente iría a las instalaciones de la PGR a revelar lo que había presenciado durante casi seis años que trabajó para el general Gutiérrez Rebollo. Para él, declaró, la colusión habría empezado en diciembre de 1995, cuando dos hombres ingresaron a sus oficinas, cuando aún era el encargado de la V Región Militar. Eran Enrique y Rene González Quirarte, dos supuestos hombres de negocios que aseguraron tener información sobre las operaciones del Cártel de los Arellano Félix.

Gutiérrez Rebollo siguió la pista que le entregaron los hermanos y, apenas unos días después, ordenó un operativo que duraría meses, para afectar las operaciones de los Arellano Felix, por ese entonces jefes de la plaza en Baja California.

En abril de 1996, las visitas de Eduardo González Quirarte, a quien le decían El Flaco, se hicieron más frecuentes y en ellas entregaba información acerca de sus enemigos en el narcotráfico. Según estas declaraciones, el zar antidrogas se los quitaba del camino montando operativos con toda la fuerza del estado.

El expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León | Fototeca MILENIO

El chofer de Gutiérrez Rebollo se convertiría en testigo protegido

Con las cartas sobre la mesa la relación entre los González Quirarte y Gutiérrez Rebollo se volvió más cínica y empezaron a llegar los regalos costosos. Durante 1996, El Flaco le haría los primeros regalos: dos carros blindados, una Cherokee color arena 1994 y un Grand Marquis, de esos que usaban los judiciales, color negro del año 1995. “[El Flaco] le dijo que lo querían matar los Arellano Félix”, así que el militar aceptó los vehículos blindados. Según la versión del chofer, él mismo recogió uno de estos que envió El Señor de los Cielos en representación de González Quirarte.

Después, el 9 de diciembre de 1996, el general sería nombrado la cabeza del INCD y, a pesar de ello, el chofer aseguró que siguió reuniéndose con El Flaco en al menos ocho ocasiones durante los primeros dos meses que estuvo en el cargo. Según el chofer las reuniones se llevaban a cabo en el departamento número 215 de la calle Sierra de Chalchihui, en Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México. Según la versión de Galván ese departamento realmente era de Amado Carrillo.

El Flaco prometió que Carrillo le regalaría otro departamento. Según las declaraciones, por esa época comenzaron a hacerse extensivos los regalos a otros miembros cercanos del general en el Ejército, como los militares Horacio Montenegro Ortiz y Javier García Hernández. Carrillo cumpliría su promesa muy rápido: unas semanas después Javier Galván recogió las llaves de un departamento nuevo en un edificio en la calle Tamarindos número 100 de la colonia Bosques de las Lomas. Fue el propio Señor de los Cielos quien se las entregó, consta en las declaraciones del chofer ante la autoridad.

“Ahí lo que se le ofrezca al señor”, le mandó decir Amado Carrillo al general Gutiérrez Rebollo. Ese día también le entregó las llaves de una casa cerca de la avenida Ahuehuetes Sur, para una de sus amantes. Ese 1996 el Señor de los Cielos estuvo espléndido: le regaló 300 mil dólares de Navidad “para que se ayudara”.

Gutiérrez Rebollo nació el 19 de abril de 1934 en Jonacatepec, Morelos | Archivo

Y para enero de 1997, Gutiérrez Rebollo volvió a encontrarse con Amado Carrillo, quien le regaló otros 60 mil. “Ya me voy a ir del país y, si no nos volvemos a ver, [esto] es para que se ayuden”, le dijo Amado Carrillo a él y a Javier García, a quien le tocaron 10 mil dólares de ese dinero. El chofer reportó esto a sus superiores y entregó el dinero con el que habrían intentado sobornarlo en las instalaciones militares, al parecer sin dar detalles.

Galván Lara también revelaría que otros funcionarios del INCD estaban involucrados, como el policía judicial federal, Eduardo Mancera. Y terminó con una declaración contundente: “El general Jesús Gutiérrez Rebollo estaba enterado de las actividades relacionadas con el narcotráfico que realizaban Amado Carrillo Fuentes y Eduardo González Quirarte”. Se convirtió en testigo protegido y nada se sabe de él.

La versión del segundo chofer de Gutiérrez Rebollo

Una segunda declaración hundiría al general Gutiérrez Rebollo: la de Humberto Cappelletti. Un expolicía municipal de Zapopan que, en 1992, conoció al general Horacio Montenegro Ortiz, en ese momento responsable del grupo de información de la V Región Militar, y también a Juan Galván Lara, el chofer del general Gutiérrez Rebollo.

Sin embargo, en mayo de 1993, cuando asesinaron al cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara, una gran cantidad de policías de la ciudad fueron despedidos y él fue uno de ellos. Ahí recordó al general Montenegro con quien se contactó y le sugirió inscribirse al Ejército para poder contratarlo.

Amado Carrillo murió el 5 de julio de 1997, según reportes de la PGR | Fototeca MILENIO

Rápidamente ascendió a comisionado del grupo de información, desde donde iba a erradicar plantíos de mariguana, así como realizar investigaciones menores sobre el narcotráfico en Guadalajara.

Cappelletti declaró que para 1995 era el único integrante de ese grupo que conducía muy bien y tenía licencia vigente, por eso Montenegro lo recomendó para un nuevo trabajo: ser chofer del general Gutiérrez Rebollo, la máxima distinción a la que podía ascender en ese momento. Dice que su chofer Galván estaba cansado y necesitaba de alguien con quien turnarse. “Yo era chofer del general pero también de sus tres mujeres”, diría. Aseguró ser testigo de como Gutiérrez Rebollo incluso apresó y liberó a un lugarteniente de Amado Carrillo, conocido como El Negro, a pesar de sus antecedentes delictivos.

En enero de 1996 el chofer llevó al general Gutiérrez Rebollo a una finca conocida como Rancho los Arbolitos, en Zapopan, donde se encontró con Eduardo González Quirarte. Él sería el segundo testigo de los encuentros del militar con la gente del Señor de los Cielos. Cappelletti dijo que en diciembre de ese año, cuando su general fue nombrado zar antidrogas, lo llevó con él a la Ciudad de México y se convirtió en policía judicial con el encargo de escoltarlo. Pero el 12 de febrero de 1997 sería su última jornada de trabajo. Ese día la Secretaria de la Defensa Nacional (Sedena) detuvo a Gutiérrez Rebollo.

La prensa de la época reportó que fue detenido en las instalaciones de la Sedena, acusado de delincuencia organizada, enriquecimiento ilícito y acopio de armas. Su familia ha sostenido que Enrique Cervantes Aguirre, entonces titular de la Sedena, exhibió al general y lo presentó como un traidor. Sin embargo asegura que eso fue una gran mentira, una injusticia. Incluso aseguraron que era Cervantes quien realmente tenía infiltrados en el Ejército que alertaban al capo.

El general fue detenido el 18 de febrero de 1997, en la víspera del Día del Ejército | Archivo

En 2002 Gutiérrez Rebollo fue condenado a 40 años de prisión. En 2007 tramitó un amparo contra la condena impuesta y pidió que se le restituyeran sus rangos militares. Si bien la pena no le fue conmutada, sus rangos sí le fueron restituidos en 2008. Murió finalmente el 19 de diciembre de 2013, un día después de que un tribunal fallara a su favor para que cumpliera el resto de la condena en su domicilio. Este sería uno de los primeros casos mediáticos que involucró a altos mandos militares con la delincuencia organizada.

 

Paolo Sánchez Castañeda colaboró en la búsqueda de este archivo.

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